El artista captura el carisma y la vivacidad de la legendaria actriz a través de una de sus expresiones más icónicas: su risa. Con un uso audaz de colores vibrantes, especialmente en el cabello dorado y los labios carmesí, el retrato evoca la esencia de Marilyn, no solo como símbolo de glamour, sino como un ser humano lleno de vida y energía. La elección del acrílico permite un acabado limpio y brillante, que realza el dinamismo de la obra.
El contraste entre el fondo neutro y la figura vibrante de Marilyn crea una sensación de movimiento, como si la estrella estuviera congelada en un instante de alegría genuina. La pincelada segura del artista resalta la estilización de los rasgos sin perder la humanidad de la figura, logrando una representación que mezcla lo icónico con lo íntimo. Esta obra, en conjunto con el otro retrato de Marilyn, ofrece un retrato completo de la dualidad entre la figura pública y la mujer detrás del mito.
Agotado
